Cuando la Biblia dice que la fe sin obras es muerta, ¿Eso quiere decir que las obras son lo que decide si una persona es salva?
En un estudio de la seguridad eterna, es casi obligatorio ver lo que la Biblia dice acerca de una fe muerta, porque casi siempre cuando uno habla de una salvación que es gratis y segura para siempre, alguien contesta, “Pero la Biblia dice que la fe sin obras es muerta.” Normalmente, lo que la persona que cita este pasaje quiere decir es que uno no puede estar seguro en su salvación porque si no mantiene buenas obras hasta el fin de su vida, no va a estar en el reino de Dios. En realidad, no importa mucho si la persona cree que la falta de buenas obras hace que se pierde la salvación, o si cree que la falta de buenas obras muestra que la persona nunca tuvo la salvación. De una manera u otra, está diciendo que el creyente no puede estar seguro de que, siendo una persona que ha creído en Jesucristo, él va a estar con Dios para siempre. Si es verdad que solo los que perseveran en buenas obras hasta el fin de sus vidas acaban estando con Dios, y como nadie puede saber que él no va a caer en pecado o alejarse de Dios en algún futuro, entonces nadie puede estar seguro de su futuro con Dios. ¿Pero es esto lo que la Biblia enseña?
Es verdad que la Biblia dice, en Santiago 2.17 y 2.26 que la fe sin obras es (o “está”) muerta. De hecho, dice en versículo 14 del mismo pasaje, en forma de una pregunta retórica, que la fe no puede salvar al hombre que no tiene obras. Pero, ¿Qué quiere decir esto? ¿La fe no puede salvarlo de qué? ¿Está la Biblia equivocada cuando dice en otros lugares que la salvación no es por obras (Efesios 2.9), o que Dios justifica al que no obra (Romanos 4.5)?
Para entender lo que Santiago quiso decir en este pasaje, tenemos que ver el contexto y el propósito del libro. Pero antes que nada, una cosa que podemos decir claramente es que, si una persona tiene una fe muerta, esto quiere decir que en un tiempo anterior, tuvo una fe viva. La comparación en el pasaje es que la fe sin obras está muerta así como un cuerpo sin el espíritu está muerto. Si vemos el cuerpo de una persona muerta, sabemos inmediatamente que el cuerpo antes contenía el espíritu de la persona, pero ya no. En el mismo sentido, si uno tiene una fe muerta, es porque algo ha pasado a su fe que la hizo “morir” o sea, no funcionar como debe.
En la epístola de Santiago, es claro que el autor está hablando a creyentes, a hermanos (1.2) que habían nacido “por la palabra de verdad” como “primicias de sus criaturas” (1.18). Él no pone en duda su relación familiar con Dios. Él les dice a estos creyentes que tienen que desechar “toda inmundicia y abundancia de malicia” y “recibir la palabra” que ya tuvieron “implantada” en ellos (1.21), porque la palabra puede “salvar vuestras almas.” Para hacer esto, tienen que ser “hacedores de la palabra” y no solo “oidores” (1.22). ¿Qué quiere decir esto? En la Biblia, la palabra “alma” (psujé en griego) se usa mucho para hablar simplemente de la vida de la persona y la frase “salvar el alma” quiso decir “salvar la vida.” Vea por ejemplo Marcos 3.4, donde Jesús preguntó si es lícito en el día de reposo “salvar la vida” de una persona o quitarla. En griego, la palabra traducida “vida” es la misma palabra, “psujé.” Entonces, Santiago está diciendo a personas que ya fueron “salvas” en el sentido de ser hijos de Dios, que tuvieron que poner la palabra en práctica para ser salvas de las malas consecuencias de pecado, que pueden incluir hasta la muerte física (1.15).
En el sentido en que Santiago está hablando, la fe en sí no puede salvar la vida. Para ser salvo de las malas consecuencias de pecado, el hijo de Dios tiene que tener obras. También en el mismo pasaje habla de la necesidad de ser justificado por obras. Pero el contexto y el resto del Nuevo Testamento lo hacen claro que está hablando de una justificación delante de hombres, no delante de Dios. Abraham, uno de los dos ejemplos en Santiago 2, fue justificado ante Dios en Génesis 15.6 solo por fe. Muchos años después, en Génesis 22.12, Abraham fue justificado delante de los hombres por ser dispuesto a sacrificar a su hijo sobre el altar (Santiago 2.21), y fue llamado (por los hombres), amigo de Dios (2.23). Dios pudo ver su fe desde el principio, pero los hombre solo pueden ver la fe que uno tiene por medio de buenas obras.
Algunos expositores de Santiago 2 dicen que el punto es que el tipo de fe que no tiene obras no puede salvar a la persona, hablando de la salvación eterna, pero esto no tiene sentido para por lo menos tres razones. Primera, aunque algunas versiones modernas tienen una frase como “esa fe” en versículo 14 (NVI, DHH), ninguna palabra como “esa” existe en el griego. La Reina Valera 1960 es correcta en su traducción que dice “¿Podrá la fe salvarle?” La respuesta anticipada es que no. Entonces, no está hablando de un tipo de fe que no salva, sino que está hablando de algo de que la fe no puede salvar. Segunda, como hemos visto, Santiago escribió su epístola a creyentes que ya habían nacido de nuevo, advirtiendo a ellos que tuvieron que poner en practica la palabra. Y tercera, en el contexto de Santiago, está hablando de ser salvos de las malas consecuencias de pecado y de ser justificados delante de otras personas, no ante Dios.
Entonces, podemos concluir que necesitamos tener buenas obras en nuestras vidas, y no solo fe. Pero esto en ninguna manera contradice lo que el Señor Jesús dijo en Juan 10.28 cuando él dijo que sus ovejas “no perecerán jamás.” Ni cambia el hecho de que Dios justifica “al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío” (Romanos 4.5). Con agradecimiento por la vida eterna y la seguridad que tenemos en Cristo, debemos ser hacedores de la palabra, y no solamente oidores.