9. Someterse a Jesucristo como Señor

9. Someterse a Jesucristo como Señor

¿Puede una persona simplemente creer en Jesucristo como su Salvador y ser salva, o para ser salva también tiene que someterse a él como su Señor?

En un sentido, la pregunta de si uno tiene que someterse a Jesucristo como su Señor para ser salvo no tiene mucho que ver con el tema de estos estudios, que es la seguridad eterna del creyente. Si uno entiende la fe como simplemente creerle a Jesús y su promesa de vida eterna como un regalo, o aun si define la fe como incluyendo también un aspecto de obediencia al Señor, de todos modos el Nuevo Testamento queda claro por las razones que hemos visto, que un hijo de Dios nunca pierde la salvación. Pero hay dos maneras en que se suele usar este “requisito” para robarle al creyente su certeza de estar seguro en tener la salvación para siempre. Una manera es decir que si uno no sigue fielmente a Cristo, su fe ya no es válida, y que pierde la salvación. Ya hemos visto que hay muchos motivos para creer que la salvación no se puede perder, pero la otra manera de robarle la certeza a un creyente es decir que si uno no sigue fielmente a Cristo, su fe nunca fue válida, y que por esto nunca fue salvo. Aunque decir así no tiene que ver con la posibilidad de perder la salvación, es una manera de hacer que el creyente pierda su seguridad de ser salvo. De una manera u otra, decir que uno tiene que someterse a Jesucristo como su Señor para ser salvo, es decir que la salvación depende de la fidelidad de una persona débil y propensa a pecado, y así lo hace imposible tener la certeza y seguridad de ser salvo.

La verdad es que la fe en Jesucristo es simplemente confiar en él, o sea, creerle a él y en su promesa. Hebreos 11.1 define la fe como “certeza” y “convicción,” que llevan la misma idea de confianza. En Romanos 4.21 tenemos una descripción de la fe que fue contada a Abraham por justicia (en Génesis 15.6). Dice en Romanos que Abraham fue “plenamente convencido” de que Dios “era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.” La fe de Abraham le motivó a ser fiel a Dios, aunque tuvo sus fracasos también, pero su fidelidad a Dios no fue parte de su fe. Él tuvo confianza en Dios y sus promesas, y Dios le contó por justicia.

En el evangelio de Lucas, capítulo 7, versículos 1-10, en un contexto que no habla de la salvación, sino de una sanidad, tenemos un ejemplo de lo que el Señor Jesús considera gran fe. El centurión en la historia tuvo tanta confianza en el poder de Jesús, que él supo que Jesús no tuviera que entrar en su casa para sanar a su siervo, sino que podría solo decir la palabra, y quedaría sanado. El centurión no dijo que iba a abandonar a su puesto o a su casa para seguir a Jesús, ni prometió serle fiel por el resto de su vida. Pero confió completamente en su poder para sanar a su siervo, y Jesús dijo que esta confianza era una fe más grande de lo que había encontrado en Israel. Aplicando la misma definición de fe a la salvación, podemos decir que la fe en Jesús es confiar en él para ser salvo, o para recibir la vida eterna.

El Señor Jesús, en quien creemos, es el Señor sobre todo, y merece toda nuestra obediencia, toda nuestra adoración, y todo nuestro amor. Pero gracias a Dios que la seguridad de nuestra salvación no depende de nuestra fidelidad, sino de la fidelidad suya. Nosotros fallamos mucho en nuestra fidelidad a él, pero él nunca falla en su fidelidad a nosotros.

Dios obra en las vidas de las personas que él ha salvado, y produce en nosotros “así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Filipenses 2.13), pero nuestra obediencia no es parte de lo que nos mantiene salvos, ni es automática. El Cristiano tiene que andar en el Espíritu (Gálatas 5.16) para que se produzca en su vida el fruto del Espíritu (Gálatas 5.22-23). Tiene que mirar a la gloria del Señor para ser transformado en su imagen (2 Corintios 3.18). Tiene que ser transformado por medio de la renovación de su mente para poder comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios (Romanos 12.2). Si no crece en estas maneras, su vida no va a producir lo que Dios quiere, pero aun así sigue siendo un hijo de Dios.

Cuando leemos el Nuevo Testamento, encontramos muchas advertencias contra pecado, escritas a creyentes. Este hecho debe decirnos algo importante. Cada vez que leemos una advertencia contra pecado y desobediencia, tenemos que entender que la advertencia existe porque existe la posibilidad de que un hijo de Dios pueda desviarse e incluso pueda rebelarse contra Dios. Si no fuera posible para un verdadero hijo de Dios rebelarse contra Dios, no existirían las advertencias. Por ejemplo, si un creyente nunca podría ser involucrado en robos, el apóstol Pablo, escribiendo a creyentes, no hubiera dicho, “El que hurtaba no hurte más (Efesios 4.28).

No solo tenemos en el Nuevo Testamento advertencias contra pecado, también tenemos ejemplos de creyentes que vivían en desobediencia, y aunque trajeron contra sí mismos disciplina de Dios, no perdieron su salvación. El mejor ejemplo de esto es el libro de 1 Corintios. Pablo dijo que él escribió la carta “a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos.” Llama a los destinarios de la carta “hermanos” muchas veces. Pero dice en la carta que habían contiendas en la iglesia (1.11), que ellos fueron carnales en vez de espirituales (3.1-3) y que habían permitido fornicación en la iglesia sin lamentarlo (5.1-2). Luego dijo que algunos de la iglesia habían puesto demandas contra otros hermanos frente a los injustos (6.1-6), y les avisó que no deberían unirse con rameras (6.15-20) ni comer en templos de ídolos (8.10), indicando que estas cosas habían pasado también. Pablo dice que estaban abusando la santa cena e incluso emborrachándose durante la cena (11.21). Pero todo el tiempo él los llama hermanos y les recuerda que tienen el Espíritu Santo (6.19) y que pertenecen a Dios (6.20).

En la sección de 1 Corintios que habla de la santa cena, encontramos información muy importante que trata de este tema. Hablando de como los Corintios estaban participando en la cena “indignamente,” Pablo dice, “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Esto nos dice que su desobediencia fue suficientemente grande para traer la disciplina de Dios, y que en algunos casos, Dios les había quitado la vida física en su disciplina. Pero aún así, no dice que perdieron su salvación o que nunca fueron salvos. Pablo habla a los creyentes de peligros muy reales en sus vidas, pero sin concluir que no fueron verdaderos hermanos.

En otros estudios, vamos a ver más de lo que pasa a un hijo de Dios que anda en pecado, y por que no debemos vivir así. Pero lo que tenemos que entender del libro de 1 Corintios, es que el libro nos indica que es un peligro real que un hijo de Dios pueda involucrarse tanto en pecado que Dios tenga que disciplinarlo o incluso cortar su vida física, pero que nunca pierde su salvación. La Biblia es clara que también hay personas que se dicen ser Cristianos y no lo son, pero los ejemplos que hemos visto no hablan de estas personas. Si uno dice que es Cristiano pero nunca ha creído en Jesucristo como su Salvador, no es salvo. Pero si uno ha creído en Jesucristo, él es seguro para siempre.