8. Unidos Con Cristo

8. Unidos Con Cristo

En el Nuevo Testamento, encontramos muchas descripciones de la unión que existe entre una persona salva y su Salvador. También hay varias descripciones de la misma unión mirando a Cristo y su relación con su iglesia, la cual se compone de todos los creyentes en todo el mundo. Esta unión es descrita como tan completa y estrecha, que nos da otro motivo fuerte para creer en la seguridad eterna de cada creyente.

Una de las descripciones de Cristo y su iglesia es que la iglesia es el cuerpo de Cristo. Efesios 5.23 dice que Cristo es la cabeza de la iglesia, «la cual es su cuerpo, y él es su Salvador». Antes, en Efesios 4.16, Pablo había dicho que todo el cuerpo recibe su crecimiento de Cristo «según la actividad propia de cada miembro». Esto es importante, porque nos da a entender que no solo es que la iglesia en su totalidad es el cuerpo de Cristo, sino que cada persona que es parte de la iglesia también es descrita como uno de los miembros del cuerpo de Cristo. El mismo concepto aparece en otros pasajes del Nuevo Testamento también, como por ejemplo en 1 Corintios 12.12-27, que es una descripción larga de la importancia de cada miembro del cuerpo. Este pasaje termina en versículo 27 diciendo, «Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular».

Entonces, si cada creyente es descrito como un miembro del cuerpo de Cristo, ¿qué pasaría si uno perdiera su salvación? Cristo perdería parte de su mismo cuerpo.

Otra descripción de Cristo y de la iglesia es la de la iglesia como la esposa de Cristo. En Efesios 5.25-27, usando el lenguaje de las preparaciones para una boda, dice que Cristo se entregó a si mismo por la iglesia, «a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga, ni cosas semejante...» Luego en versículo 31 del mismo capítulo, Pablo hace referencia a Génesis 2.24 donde dice que un hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. En el próximo versículo, Pablo dice que el estuvo hablando en versículo 31 de Cristo y de la iglesia. Y luego, casi al final del Nuevo Testamento, en Apocalipsis 19.7 habla de «las bodas del Cordero» en el cielo. Dice «Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado». Las bodas del Cordero tienen lugar en el cielo mientras hay gran tribulación en la tierra.

Otra vez tenemos que pensar, si la unión entre el creyente y el Salvador es tan completa y estrecha que el creyente puede ser descrito como uno de los miembros del cuerpo de Cristo y como parte de lo que es su esposa, ¿Cómo podría Cristo perder o dejar ir a uno que fue parte de su propio cuerpo y de su propia esposa? O para decirlo en otra manera, si la unión entre Cristo y el creyente es una unión provisional y tan frágil que depende de la fidelidad del creyente, ¿Por qué usa la Biblia imágenes tan fuertes y permanentes?

Las imágenes de la iglesia como el cuerpo y la esposa de Cristo son solo unas de varias descripciones de la unión entre el creyente y su Salvador. El apóstol Pablo dice en Efesios 2.6 que el creyente está ya sentado «en los lugares celestiales con Cristo Jesús». También en Romanos 8.29-30 describe al creyente como predestinado para ser hecho «conforme a la imagen» de Cristo y como ya glorificado.

En Colosenses 3.1-3, Pablo dice que el Cristiano ha muerto con Cristo, ha resucitado con él, y que ahora su vida está escondida «con Cristo en Dios». En el versículo 4 dice que Cristo es «nuestra vida». Hablando de la misma unión desde su perspectiva personal, dice en Gálatas 2.20, «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». La persona que ha creído en Jesucristo ha sido unido con él tanto que ante los ojos de Dios, ha compartido en su muerte, su sepultura (Romanos 6.4), y su resurrección. Quizás algunos de estos conceptos son un poco difíciles de entender, pero es claro que indican una unión espiritual que no podría ser más cerca. De hecho, dice en 1 Corintios 6.17, «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él». También es claro que esta unión se aplica a todos los creyentes, no solo a los más espirituales, y que no está basada en las acciones del creyente mismo. Como todo lo que hemos visto en el estudio del tema de la seguridad eterna, la unión del creyente con Cristo es basada en la gracia de Dios y la obra de Cristo, no en nuestras obras, así que es algo permanente, hecho por Dios mismo.

Cristo nunca va a echar fuera, ni dejar perder a uno que ha sido hecho parte de su cuerpo y de su esposa, y que ya es participante en su muerte, su resurrección, y su gloria. Esta persona tiene una eternidad segura en que puede regocijar y que debe llevarle a servir a Dios con mucho agradecimiento y amor.