Cada hijo de Dios tiene el Espíritu Santo como garantía de que va a estar con Dios en su reino para siempre.
Hasta este punto en nuestro estudio del tema de la seguridad eterna de cada persona que se ha convertido en un hijo de Dios, hemos visto mucho acerca de la obra del Señor Jesucristo en la salvación y de las promesas de Dios en su palabra, pero no hemos visto mucho acerca del Espíritu Santo. El rol del Espíritu Santo en llevar a todos los creyentes a gloria en el reino de Dios es importante, porque el Nuevo Testamento nos indica que cada creyente tiene al Espíritu Santo morando en él, y también nos dice que el Espíritu es la garantía de que ciertamente vamos a llegar al cielo para estar con nuestro Padre celestial.
En Juan 14.16-17, Jesús dijo a sus discípulos que él iba a rogar al Padre que él enviara a otro Consolador, el Espíritu Santo, quien iba a estar con ellos “para siempre”. Él les dijo que en aquel tiempo el Espíritu moraba con ellos, pero que iba a estar en ellos. Esta promesa se cumplió durante el festival de Pentecostés, 50 días después de la muerte de Jesús, cuando el Padre envió al Espíritu Santo para morar en cada creyente (Hechos 2.1-4).
Después de una corta etapa de transición, en que los de la generación de Israel que había rechazado a Jesús no recibían al Espíritu inmediatamente al creer en Jesús, sino sólo después de ser bautizados, el patrón se ve en el Nuevo Testamento que en la época de la iglesia, cada creyente recibe al Espíritu Santo en el momento en que cree en el Señor Jesucristo. Por esto, el apóstol Pablo, escribiendo una carta a la iglesia en un lugar como Corinto, por ejemplo, pudo preguntar a todos los creyentes, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6.19). La pregunta es válida porque todos los creyentes ya tuvieron al Espíritu Santo, no importa si fueran nuevos creyentes o creyentes de hace mucho tiempo.
El Nuevo Testamento no sólo nos dice que todos los creyentes tienen al Espíritu Santo de Dios (vea también, por ejemplo, a Romanos 8.9), sino también usa dos palabras muy importantes en cinco versículos claves para describir el rol del Espíritu como garantía de la seguridad de cada creyente.
La primera de las palabras tan importantes que tratan del rol del Espíritu es “sellado”, que aparece en 2 Corintios 1.22, Efesios 1.13, y Efesios 4.30. Un sello en la época de la Biblia fue hecho de cera y marcado con el símbolo del anillo de un rey u otro oficial, para garantizar que los contenidos de un documento u objeto no podrían ser cambiados o corrompidos. De hecho, dice en Daniel 6.17 que el rey selló la entrada del foso de leones con su anillo “para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase”. La idea es que una vez que algo fue sellado, fue permanente y garantizado.
Entonces, con un entendimiento básico de como funcionó un sello en la época de la Biblia, el significado de Efesios 1.13 es claro. El versículo dice que los creyentes en Éfeso habían oído el evangelio, habían creído en Cristo, y fueron “sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Esto quiere decir que el Espíritu fue dado a ellos para garantizar que llegarían a su destino. También en 2 Corintios 1.22 dice que los corintios fueron sellados por el Espíritu, y en Efesios 4.30 dice que los efesios fueron sellados “para el día de la redención,” o sea, el día en que Dios va a librar a sus hijos de la presencia de pecado y llevarlos al cielo.
La otra palabra, que aparece en los mismos contextos y también en 2 Corintios 5.5 es “aras”, que es una palabra antigua que quiere decir “garantía”, o “depósito”, refiriéndose a un pago dado para garantizar que el resto también va a ser entregado. En Efesios 1.14 dice que el Espíritu es “las aras de nuestra herencia”. Esto quiere decir que el Espíritu es la garantía de que el creyente va a recibir el resto de su herencia en el futuro. También en 2 Corintios 1.22 y 5.5 dice que Dios nos ha dado el Espíritu como “aras” en nuestro corazón.
Si el Nuevo Testamento nos dice que cada uno que ha creído en Jesucristo tiene al Espíritu Santo morando en él como garantía de que va a recibir el resto de su herencia de Dios, ¿Cómo podríamos pensar que algunas personas que han sido salvas y han recibido al Espíritu Santo podrían perder la salvación y no recibir lo que Dios les ha garantizado? La única manera en que uno podría discutir con lo que estos versículos dicen sería argumentar que la garantía solo es válida mientras el Espíritu está en la persona, y que el Espíritu es quitado de algunas personas por su pecado. Pero, si fuera así, ¿Para qué serviría la garantía?
Una garantía basada en la gracia de Dios y en su poder para proteger a sus hijos y asegurar que lleguen a su destino nos puede dar mucho consuelo y aliento en tiempos difíciles. Pero una garantía a personas débiles garantizando solo que van a llegar a su destino si ellos sigan fieles hasta el fin no seria una verdadera garantía. Dios siempre hace lo que dice, y, tarde o temprano, va a cumplir su propósito en la vida de cada uno de sus hijos. Entonces, cuando él nos dice que el Espíritu nos ha sido dado como garantía de nuestra herencia, podemos estar seguros de que Dios va a hacer lo que nos ha garantizado. Cada uno que ha puesto su fe en Jesucristo para recibir su salvación va a estar con Dios para siempre. Podemos estar seguros porque Dios mismo lo ha garantizado.