Dios atribuye justicia a cada creyente, por lo cual el creyente nunca va a ser condenado.
El Nuevo Testamento habla mucho de la justificación, que es el concepto de que Dios declara justa a la persona que cree en Su Hijo Jesucristo. Como la Biblia nos dice que la justificación es por fe y no por obras, y que él que es justificado ante Dios no es condenado, nos da otro motivo para creer en la seguridad eterna del creyente.
Romanos 3.21-22 nos dice que hay una justicia que viene de Dios, que no es por la ley. También dice que esta justicia es “por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.” Es decir, que nadie puede alcanzar a ser justo ante Dios por la ley, pero al creer en Jesucristo, Dios nos ve como completamente justos en Él.
En el mismo contexto, en Romanos 3.24, dice que somos justificados “mediante la redención que es en Cristo Jesús.” Luego, en Romanos 5.1 dice que somos “justificados por la fe,” y en Romanos 5.9 que somos “justificados en su sangre.” Estos versículos nos dan a entender, que la justificación es basada en la sangre de Jesucristo, que Él derramó para nuestra redención, y que la justificación ante Dios se nos aplica solo por fe, o sea, que no tiene que ver con nuestra propia justicia.
Hay algunos que dicen que para ser justificado, o sea declarado justo ante Dios, uno tiene que ser justo ya en sus acciones, o que Dios tiene que convertir a la persona en alguien que sea justa en sus acciones y carácter primero para poder verla o declararla justa. Pero en Romanos 4.4-5, el apóstol Pablo nos dice, en palabras que no podrían ser más claras, que creemos en “aquel que justifica al impío.” Es lo que Dios hace. Él toma a una persona que en sí es impío, un pecador, y la declara justa por fe. Esto quiere decir que Dios ve a esta persona como que no tuviera ningún pecado (en el sentido legal). Todo esto es posible porque Jesucristo pagó todo el precio por nuestros pecados en la cruz y resucitó “para nuestra justificación” (Romanos 4.25).
También el Nuevo Testamento nos indica que la persona que es justificada no es, ni va a ser, condenada. Romanos 5.16 habla del contraste entre la condenación que vino a causa del pecado de Adán, y la justificación que resulta del don de Cristo. Entonces, el concepto de ser justificado es puesto en contra del concepto de ser condenado. Luego en Romanos 8.33 dice, “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.” La implicación es que si Dios nos justifica, no podemos ser condenados.
Entonces, ¿Qué tiene que ver la justificación por fe con la seguridad eterna? Bueno, si Dios ve al que cree en Jesucristo como justo en Él, sin ninguna referencia a las obras o acciones de la persona, ¿Cómo podría Dios luego, por causa de las acciones de esta persona, quitarle la justicia que le había atribuido gratuitamente (Romanos 3.24)?
El que cree en Jesucristo es, en el momento que cree, no solamente perdonado de sus pecados, sino también justificado ante Dios. Esto quiere decir que Dios lo declara justo y lo trata así. Su justificación es basada en la gracia de Dios y en la redención que hizo Jesús, y no tiene nada que ver con las acciones de él mismo. Para luego ser condenado, él tendría que ser “des-justificado,” y la Biblia nunca habla de esta posibilidad.
La verdad de la justificación por fe, tomada junta con las otras verdades que hemos visto, nos lleva a la seguridad de que tenemos un don que no nos va a ser quitado. Como hemos visto antes, los dones de Dios son para siempre, y parte de su don es la justificación. La seguridad de que somos salvos, de que tenemos vida eterna, y de que somos justos ante Dios debe llevarnos a vivir una vida de gratitud y alabanza a Dios.