5. Las Promesas de Dios son Claras

5. Las Promesas de Dios son Claras

Hay varios pasajes en la Biblia en los cuales Dios nos promete vida espiritual que dura para siempre. 

Hasta este punto en nuestro estudio de la seguridad de la persona que ha creído en Jesucristo como su Salvador, hemos visto varias evidencias lógicas y bíblicas por las cuales podemos y debemos entender que la salvación no se puede perder. Dios regala una salvación completa y una vida espiritual eterna a cada persona que pone su fe en su Hijo para recibir su regalo. 

Hay muchos motivos para creer en la seguridad eterna de cada creyente, pero el motivo mas importante es que Dios nos ha dado varias declaraciones o promesas en su palabra en las cuales nos ha prometido una salvación que dura para siempre. Si aceptamos su palabra como la verdad, debemos de confiar en sus promesas tan claras. Aunque ciertamente hay versículos en la Biblia que son difíciles de entender, leyendo los cuales uno podría pensar que la salvación no es segura, hay suficientes declaraciones claras, que no debemos tener dudas. 

Ya hemos visto en uno de nuestros estudios anteriores una declaración de Dios muy clara en Romanos 11.29, donde dice, “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” Como hemos visto antes, el contexto no habla de la salvación o la vida eterna en si, sino de lo que Dios prometió a Israel, pero aún así es una declaración general, verdadera y clara. Si la salvación es un don de Dios, entonces es irrevocable. Irrevocable quiere decir que no se puede ser revocado o quitado. Dios no lo podría haber dicho en una manera más clara. 

Unos capítulos antes en el mismo libro de Romanos, se encuentran los amados versículos 38 y 39 de capítulo 8, que dicen, “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Si una persona ha recibido a Jesucristo por fe en él, vive bajo el amor de Dios, y nada ni nadie puede separarlo de este amor. Y “ninguna otra cosa creada” tiene que incluir a la persona misma que ha creído en Cristo. ¿Qué vale una promesa de que nada nos puede separar del amor de Dios si en realidad estamos separados de su amor cada vez que pecamos? 

El evangelio de Juan tiene varios versículos que hablan de la eternidad del regalo de Dios en Cristo. Vamos a ver aquí algunos de ellos. En Juan 4.14, el Señor Jesús dijo a la mujer Samaritana, “...mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” En otro versículo muy parecido (Juan 6.35), Jesús dijo, “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” La idea debe estar clara, de que cuando Jesús satisface la necesidad espiritual de una persona, es para siempre. Nunca vuelven el hambre ni la sed, porque Jesús ya le ha dado a la persona pan y agua que son para siempre. 

En el mismo pasaje en Juan capítulo 6, Jesús hace dos más declaraciones fuertes acerca de la seguridad de uno que haya creído en él. Primero, dice en versículo 37, “al que a mi viene, no le echo fuera.” Y en versículo 39 dice, “Y ésta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” El Señor Jesús no va a echar fuera ni va a perder a ninguna persona que su Padre le haya dado y que haya venido a él para ser salva. 

En Juan 10.27-30, Jesús se compara con un pastor de ovejas. Él dice de sus ovejas que les da vida eterna y que “no perecerán jamás.” Es otra declaración que no podría ser más clara. No perecerán jamás quiere decir que una vez que uno pertenece a Jesús, no se puede perecer. El Señor Jesús mismo lo garantiza. También en el mismo pasaje, Jesús dijo que sus ovejas están en sus manos y en las manos de su Padre, y que nadie les puede arrebatar de sus manos. Y otra vez, “nadie” tiene que incluir también a la persona misma. Si una persona, una vez salva, pueda “brincar” de la mano de Cristo y de Dios y perecer, entonces la promesa de que ninguna de sus ovejas perecerá jamás, sería una mentira. Jesús no puede mentir ni estar equivocado, entonces el creyente puede tener una certeza absoluta de que él va a estar con Cristo para la eternidad. 

También hemos visto anteriormente en nuestro estudio los versículos Juan 11.25-26, donde Jesús dice a Marta, “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Como hemos visto, la persona que durante esta vida cree en Jesucristo, tiene la garantía de que no morirá eternamente. ¿Podría ser más claro? 

Un pasaje más que debemos considerar entre las declaraciones claras de Dios acerca de la seguridad del creyente es 1 Corintios 3.11-15, donde habla de la evaluación futura de las obras de los que pertenecen a Jesús. Dice que la obra de cada uno será probada por fuego, y que si la obra de una persona permanece, “recibirá recompensa.” Pero hablando de la persona cuya obra no permanece, o sea, que no haya hecho cosas que valen ante los ojos de Dios, dice que “el mismo será salvo, aunque así como por fuego.” Esto quiere decir que aunque él no va a recibir ninguna recompensa por sus obras, él mismo será salvo. ¿Por qué? Porque la salvación depende de la fidelidad de Dios y no de nuestra fidelidad. 

Demos gracias a Dios por su gracia y por sus promesas tan claras.